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Él sabía que solo estaba de paso en Casa de Todos. Nunca planeó ir al albergue permanente de la urbanización Palomino, pues “aún soy joven y puedo trabajar”, menciona. Hoy, es posible encontrar a Jaime vendiendo papel tisú entre las avenidas La Marina y Universitaria, en San Miguel. Siempre está acompañado de su perrita, Baximiliana.
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De los treinta años que ha vivido en la calle, quince han sido, según él, desastrosos: los pasó trabajando y robando para sustentar su adicción a la cocaína. Jaime Ruiz Oliver, de 57 años, lleva dos alejado de las drogas y quiere ahorrar el dinero suficiente para mudarse con Baxi, su compañera canina que se ha convertido en su única famila.
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No pasa desapercibido: mide 1.90 m y tiene un tono de voz profundo y alto que se escuchaba por toda la Plaza de Acho. La asistenta social de Casa de Todos lo definió como el “chico rebelde de la clase”. “Si te tratan con educación, tú los tratas con educación; pero, si te tratan como a un delincuente, los tratas como delincuentes”, solía decir Jaime.
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Jaime no duda al decir que Baximiliana, su perrita, le salvó la vida. Hace cinco años, una amiga se la prestó para que lo acompañara en sus jornadas de venta en la calle y, desde ese momento, empezó a recibir el apoyo de mucha gente. Él decidió dejar la delincuencia y las drogas porque, si terminaba en la cárcel, ¿quién iba a cuidar de Baxi?
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Jaime pasó su estancia en Casa de Todos en una zona de aislamiento porque, en la calle, se había enfermado de tuberculosis. Al principio, no tuvo contacto con los demás albergados, le llevaban todas sus comidas a la cama y comenzó un tratamiento con las medicinas necesarias para curarse de su mal.
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Él sabía que solo estaba de paso en Casa de Todos. Nunca planeó ir al albergue permanente de la urbanización Palomino, pues “aún soy joven y puedo trabajar”, menciona. Hoy, es posible encontrar a Jaime vendiendo papel tisú entre las avenidas La Marina y Universitaria, en San Miguel. Siempre está acompañado de su perrita, Baximiliana.
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De los treinta años que ha vivido en la calle, quince han sido, según él, desastrosos: los pasó trabajando y robando para sustentar su adicción a la cocaína. Jaime Ruiz Oliver, de 57 años, lleva dos alejado de las drogas y quiere ahorrar el dinero suficiente para mudarse con Baxi, su compañera canina que se ha convertido en su única famila.
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